Hagamos una pausa en el relato, que nos aporte un poco de perspectiva en este camino por el tiempo. Como nos han contado Ahmad y su maestro, durante el siglo XI, los musulmanes desarrollaron en la península Ibérica una cultura y una sabiduría que ha perdurado hasta hoy. Ciertos oficios, como tejedor, curtidor o herrero, tienen su origen en aquel tiempo y mucha de aquella tecnología relacionada con el agua (molinos hidráulicos, norias, batanes...) estuvo vigente hasta hace pocas décadas. Topónimos, apellidos, expresiones y plegarias al cielo en lengua árabe perduran hoy, aunque adaptadas a nuestra caligrafía. Un legado que, en cierto sentido, ninguna reconquista ha podido borrar. No es de extrañar que Ahmad, nuestro protagonista en esta historia, añore la época amirí aun sin haberla vivido. Él mismo es descendiente de los amiríes que gobernaron Valencia durante más de sesenta años y comprende mejor que nadie qué significado dar a aquella época y cómo valorar los logros conseguidos.
Aunque Ahmad no lo haya mencionado, la comunidad judía tuvo mucho que ver en el desarrollo de las ciudades musulmanas de la edad media. En Valencia, si los musulmanes desarrollaron las técnicas agrícolas y la obra civil, los judíos aportaron su conocimiento en otros sectores de la economía, como la artesanía y el comercio. En aquel tiempo, ya existía una judería. Formaba un complejo de callejuelas y "atzucacs" donde, entre las viviendas, existían varias sinagogas y tiendas judías. Se trataba de un recinto cerrado por un muro, adosado a la muralla en el lado oriental de la ciudad, alrededor de la actual calle del Mar, aproximadamente en el tramo comprendido entre las plazas de la Reina y de San Vicente Ferrer. En este mismo lugar, se encontraba la Bab al-Xaria, o "puerta de la Ley", que daba acceso a una explanada destinada a la oración al aire libre, comprendida entre los dos brazos del río que se reencuentran y la muralla; un lugar sagrado para los musulmanes donde se encontraba uno de los cementerios extramuros, la ermita de al-Musalla y donde creció el poblado arrabal de la Xarea. Puede decirse que, en el mismo "barrio" valenciano, dos religiones distintas practicaron sus cultos, aunque separadas por un sólido muro.
De las obras civiles acometidas en la ciudad por orden del rey Abd al-Aziz ibn Amir quedan aún numerosos indicios, a pesar de que la ciudad fue totalmente arrasada en el año 1102 durante la invasión almorávide. La muralla fue, de todas, la más espectacular, y fue famosa por su solidez. Pruebas de ello fueron las dificultades que presentó a los sitios que estrecharon sucesivamente el Cid Campeador, los almorávides y los reyes de Aragón Alfonso el Casto y Jaime I . Su fábrica era de tapial de hormigón de una anchura media de 2 metros, con torres semicirculares de mampostería cada cierto trecho. En la época de los almohades, fue reforzada con torres de planta cuadrada. Rodeaba la medina siguiendo el perímetro que formaba los brazos principal y secundario del río, que actuaban como foso. Toda ella estaba precedida de una barbacana y un antepecho formando explanada.
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Torre de la muralla árabe, conocida como "del Ángel" (foto por PCA (c)) |
Hoy en día, aún pueden descubrirse de ella algunos restos en diferentes estados de conservación: unos, en inmuebles de propiedad privada; otros, restaurados por inversiones públicas; y el resto, en penoso abandono. Estos son, siguiendo su perímetro en sentido antihorario:
- Un tramo de muralla en toda su altura con almenas y torreón, integrado tras su restauración en el interior de un edificio de propiedad particular sito en el número 2 de la calle Blanquerías. Adosadas a este muro, se han encontrado unas balsas circulares de 5 metros de diámetro en ladrillo y mortero, de las que se utilizaban para el tintado y curtido de las pieles. Junto a este lugar, estuvo la Bab al-Qantara o "puerta del puente", llamada así por el desaparecido puente de piedra sobre el río que unía los arrabales de Roteros (extramuros, alrededor de la calle del mismo nombre) y de la Alcudia (donde la actual calle de Sagunto).
- Aproximadamente 8 metros de muralla que constituye el muro lateral izquierdo del edificio situado en el número 5 de la calle Roteros, donde actualmente hay un horno (puede verse también desde el interior del establecimiento). Siguiendo la línea de la calle Palomino, encontramos tres torres:
- La torre llamada "del Ángel", por el nombre de la posada que más tarde hubo en este lugar, adosada a un tramo de muralla, conjunto completamente abandonado y pintado con graffitis en un solar junto a la plaza de los Navarros; la torre "de la Mare Vella", inconcebiblemente integrada como vivienda al patio trasero de un edificio de la calle homónima, visible desde el solar a su espalda; y la torre "de la Valldigna", en total ruina, junto a un pequeño tramo de muralla, oculta entre varios edificios con fachada a la calle del mismo nombre.
- El "portal de la Valldigna", que no fue puerta original sino una abertura practicada en la muralla en una época posterior a la ampliación extramuros de la ciudad, perfectamente integrado en los edificios anexos. A partir de aquí, la muralla seguía la calle Salinas, donde se encuentra:
- Un trozo de muro de unos 3 metros, que queda en pie de la fachada de un edificio derribado en la calle Salinas, en total abandono. Continuaba la muralla por el interior de los edificios actuales, donde puede apreciarse:
- Una torre con lienzo de muralla, en completa ruina, adosada al edificio de la calle Caballeros número 38. Junto a ella, se encontraba la Bab al-Hanax o "puerta de la Culebra", que fue acceso occidental a la medina, la cual se ha restaurado para integrarla en el interior del local comercial de la misma calle. En el local vecino que forma esquina con la plaza de San Jaime, puede observarse otro tramo de lienzo.
- Una sección de muralla con torreón de planta cuadrada (éste, de la época almohade), en el subsuelo de la plaza del Tossal, junto con los restos del canal que fue de la primitiva acequia de Rovella. En este caso, se ha consolidado el conjunto en un centro visitable por el público. A partir de aquí, la muralla hacía un giro brusco hacia el sudeste, donde podemos ver:
- La base de una torre con lienzo de muralla, integrada en las viviendas de la plaza del Marqués de Busianos número 2.
- Un lienzo de muralla, integrado en el interior de la sala multiusos del Colegio Mayor Rector Peset de la Universidad de Valencia, sito en la plaza del Horno de San Nicolás. Seguiría la muralla la línea de la calle de las Danzas por los solares donde se asientan los edificios que dan a la plaza del Mercado. El siguiente vestigio es:
- Una sección de muralla con torreón, barbacana y foso, en el sótano del Centre Octubre, en la calle San Fernando. Constituía el tramo existente entre las desaparecidas Bab al-Qaysariya, o "puerta de la Alcacería", y Bab Baytala, o "puerta de la Casa de Oración". La primera de ellas, ubicada entre las actuales calles de Trench y de las Mantas, daba acceso al prado que formó el brazo sur del río cuando fue secado, que con los años se convertiría en la plaza del Mercado. La segunda, estaba sobre la calle de San Vicente Mártir y era la salida sur de la medina al arrabal de la Boatella y al camino de Xàtiva. A partir de este punto, la muralla seguía el brazo fluvial y describía la cerrada curva que conforman las actuales calles Moratín, Barcas, Pintor Sorolla y Universidad, donde encontramos:
- Un basamento de la muralla bajo el piso del vestíbulo de entrada a la Universidad de Valencia. A continuación, seguía la línea de la calle Comedias, la plaza de San Vicente Ferrer (donde se ubicaba la Bab al-Xaria ya mencionada) y la calle Gobernador Viejo hasta que, de nuevo cerca del río puede verse:
- Una sección de muralla en el interior del Palacio del Marqués de Caro, hoy un establecimiento hotelero, a espaldas del Temple, lugar donde se encontraba la Bab Ibn-Sakhar o "puerta de la Roca" y la famosa torre de Alí Bufat.
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Sección de la muralla islámica, en total abandono, en la calle Salinas de Valencia (foto por PCA (c)) |
No queda ya ningún rastro del tramo que seguía el margen derecho del río, donde se ubicaría la Bab al-Warraq o "puerta de la Hoja", exactamente en la embocadura de la actual calle Salvador. Dicha puerta daba acceso a un puente de madera que permitía llegar al arrabal romano de la Villanueva, donde Abd al-Aziz mandó construir su almunia real (cuyo espacio es ocupado hoy por los Jardines del Real), y más allá a la vieja calzada romana, la actual calle Alboraya.
En el centro de la medina, los amiríes no hicieron grandes reformas y aprovecharon los edificios de la época visigótica, aunque para otros usos. El foro, la catedral y su capilla-mausoleo, cuyos restos pueden visitarse en el centro arqueológico de "L'Almoina" y el museo anexo llamado "Cárcel de San Vicente", fueron utilizados por los musulmanes respectivamente como zoco, mezquita aljama y hammam (los baños árabes del Almirante son posteriores, del siglo XIII). Quizá, el edificio más espectacular de esta parte de la ciudad sea el alcázar, del cual se han hallado diversos basamentos de sus muros y de una alberca de su patio o jardín. Este complejo áulico ocupaba el espacio de las actuales plazas del Arzobispo y de San Luís Beltrán y el solar del actual Almudín. También se ha encontrado la rauda o panteón real, cuyas tumbas se alinean junto a la mezquita. Otras excavaciones en el centro histórico han sacado a la luz los cimientos de casas y palacios de la época y también varias necrópolis musulmanas extramuros, como la de la calle Quart. Se ha encontrado también un tramo de un acueducto de origen romano, a lo largo del eje Quart-Caballeros, que llevaría el agua potable al centro de la ciudad desde un depósito ubicado cerca de Mislata.
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Restos de los muros perimetrales del alcázar
en el Centro Arqueológico de L'Almoina (foto por PCA (c)) |
Las calles en que se ramificaba Valencia alrededor del foro fueron diseñadas siguiendo un trazado caótico y curvilíneo, según la típica distribución de la ciudad musulmana, lejos de la ortogonalidad de su antepasado romano. Por ello, es posible identificar fácilmente, sobre el plano actual de la ciudad, la medina y la ubicación de algunos de los arrabales extramuros, hoy barrios totalmente integrados en la morfología urbana, como los ya mencionados de Xarea, Boatella y Roteros que estaban junto a la muralla, o los más alejados de Zaidia, Mislata y Ruzafa. El nombre de este último tiene su origen en un palacio ubicado en las inmediaciones, dentro de una gran finca que llegaba hasta la Albufera (que por entonces aún bañaba Pinedo), propiedad de Abd Allá al-Balansí, hijo de Abderramán I, un príncipe omeya que vivió en la ciudad en el siglo IX.
Gran parte de la huerta que rodeaba la ciudad se mantiene, hoy en día, en plena producción y protegida por las autoridades de la especulación urbanística. Sin embargo, ya no es ni mucho menos el motor de nuestra economía. Mantiene totalmente su vigencia el sistema de azudes para la distribución para el riego del agua procedente del Turia. Este río, que ha dado la prosperidad a esta tierra, fue llamado wádi l'Abyad en árabe, vocablo que significa "río blanco" y del que proviene su otro nombre: Guadalaviar. Actualmente, las acequias principales son: Moncada, Tormos, Mestalla y Rascanya, por el margen izquierdo; y Quart (con dos ramales), Mislata, Favara y Rovella, por el derecho. La asamblea de regantes musulmana fue el origen de lo que más tarde se convertiría en el Tribunal de las Aguas de la Vega de Valencia, que está constituido por ocho síndicos, dos para la acequia de Quart, uno para el ramal principal y otro para el ramal de Benàger i Faitanar y uno más por cada una de las otras acequias, menos la de Moncada.
El desarrollo experimentado por Valencia durante el siglo XI, junto con su estratégica ubicación cercana al mar y bien comunicada con los territorios al sur y al norte, convirtió su taifa en un lugar valioso. Como nos cuenta Ahmad a continuación, los reinos vecinos, tanto cristianos como musulmanes, la convirtieron en su objetivo, por lo que no pudo mantenerse independiente durante mucho tiempo.