Hoy he decidido descansar todo el día, después de la incómoda jornada de ayer, en la que el aguacero me sorprendió. Tuve que permanecer a cobijo durante varias horas y eso me retrasó. Cuando por fin llegaba a la desembocadura del arroyo de la Granolera, apenas había recorrido la mitad del camino y ya casi había anochecido. Fue una sorpresa encontrar allí a mi primo Abdullah, oteando la penumbra, junto a dos caballos. Advertido de mi llegada por el mozo que envié de avanzadilla con el mulo, me esperaba en su casa de Benaguacil antes de la puesta de sol. Pero mi demora le preocupó y decidió salir a buscarme. Cabalgamos al trote, vadeando el Guadalaviar varias veces. Para evitar ser advertidos desde los puestos de vigilancia dispuestos sobre el cauce alrededor de la alquería de Felx, no nos acercamos a Benaguacil sino que continuamos corriente arriba. Tras rodear el cerro de Ribarroja, giramos brúscamente hacia el sur, por un camino que nos llevó hacia un montículo apenas visible en una oscuridad casi completa. Ya al paso, nos internamos por una grieta en la roca, medio oculta por la vegetación. A través de una galería excavada en la roca, iluminada cada cierto trecho por hachones colgados de la bóveda, llegamos en pocos minutos a Vilamarxant. El pasadizo finalizaba en el interior del recinto del castillo, donde cenamos y pasamos la noche. ¡Qué ganas tenía de quitarme el blusón y el zaragüell mojados y calentarme junto a un buen fuego!
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Torre del castillo de Vilamarxant (foto por PCA (c)) |
Durante toda la mañana se han sucedido los chubascos. He hecho bien en tomarme la jornada de descanso. Mi primo y yo hemos disfrutado de una de las cuatro torres del castillo en exclusividad. Mi familia aún goza de ciertos privilegios por aquí. Hemos tenido tiempo suficiente para ponernos al día con las respectivas novedades y de reponer fuerzas con un abundante ágape. Yo le he contado cómo se vive en Valencia después de la ocupación. Abdullah, por su parte, me ha confirmado que Abu Zayd no se encuentra en la vecina alquería de Aldaya. A pesar de haberla recibido en propiedad por donación directa de Jaime de Aragón hace ya algunos años, nunca apareció por allí. Como ya imaginaba, suele frecuentar sus otras posesiones de Ganalur y Vallat, junto al río Mijares. Era lo esperado. Esta noticia ha confirmado mis sospechas y ha ratificado el destino de mi viaje.
Después de comer, hemos entrado en Benaguacil. Cuando llegamos a casa de mis tíos, me esperaba una sorpresa: la visita de mi hijo Masud. ¡Qué alegría volverlo a ver después de tanto tiempo! Se encontraba al servicio del rey Zayyan cuando éste abandonó Valencia tras firmar las capitulaciones y trasladó su corte a Denia. A pesar de su juventud, con apenas 16 años entonces, ya era un avezado conocedor de la ley islámica, casi un erudito, y extremadamente habilidoso con la caligrafía, por lo que Zayyan lo tomó a su servicio como katib o secretario particular. Cuando Denia cayó, en mayo del año pasado, y Zayyan huyó a Murcia, Masud se quedó sin trabajo. Decidió entonces mudarse a Pego, donde coincidió con un personaje clave en estos días turbulentos: Mohammad Abu Abdallah ibn Hudzail al-Sahuir, conocido por el sobrenombre de al-Azraq. Unos dicen que este apodo se lo dieron sus conocidos más cercanos por el color de sus ojos, herencia de su madre cristiana. En realidad le llaman así por el azul de su estandarte, que fue antes el de su padre, gobernador de Gallinera y Alcalá en tiempo de los almohades. Como su digno sucesor, se ha erigido en lider de la resistencia contra el conquistador en aquella comarca. Dispone para ello de un ejército bien pertrechado, que mantiene oculto en aquellos montes. Tal ha sido su fuerza opositora que Jaime de Aragón se ha visto obligado a dar un rodeo en su avance hacia el sur. Ciertamente, cuando tras organizar el cerco a Xàtiva se dirige a la conquista de Villena y los castros vecinos, evita los valles de Pego, Ebo, Alcalá y Gallinera. Este es el territorio de al-Azraq, que permanece hasta hoy aún independiente, como una isla musulmana rodeada por un mar plagado de castillos cristianos.
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Castillo de Perputxent, refugio de al-Azraq (foto por PCA (c)) |
Aun sin haberlo mencionado abiertamente, ha quedado evidente para todos que Masud se ha unido al ejército rebelde, por su conocimiento de los detalles de estos hechos. Esta noticia me ha provocado a la vez un enorme orgullo y una profunda inquietud. Según nos ha insinuado, estos días está disfrutando de un permiso, que ha aprovechado para visitarme. Ayer me buscó en Valencia. Al no encontrarme en la Morería, acudió al alfaquí, de quien recibió las indicaciones sobre dónde podía localizarme. La tarde ha transcurrido plácida y agradable, con mi hijo y mis primos, junto al fuego. La conversación ha seguido alrededor de los últimos acontecimientos ocurridos en los territorios al sur del Júcar. En primer lugar, el debate se ha centrado en las consecuencias de la cumbre de Campo de Mirra. En aquel encuentro, que tuvo lugar en marzo del año pasado entre Jaime de Aragón y el infante Alfonso de Castilla, se trazó una nueva frontera entre las dos Coronas, que dividió arbitrariamente los antiguos territorios de Zayyan. Los musulmanes de Villena, Sax, Caudete y Bugarra, que ahora han caído en el lado de Castilla, han perdido con el cambio gran parte de los derechos que disfrutaban. Después, hemos recordado la caída definitiva de Xátiva en manos de Jaime, en julio pasado, que echó por tierra las pocas esperanzas de que el avance del frente fuera detenido o, al menos, que tan importante plaza fuera conservada. Hemos hablado también del asedio a Biar por las tropas de Aragón, que comenzó en septiembre, y nos hemos preguntado cuánto más podrán aguantar nuestros compatriotas de aquel castillo.
Y, sobre todo, hemos comentado los rumores que circulan por todo el reino sobre al-Azraq, la última esperanza contra el invasor. Algunos recuerdan su origen noble y dicen que, en su infancia, frecuentó la corte de Aragón y que incluso llegó a ser amigo íntimo de Jaime. Hemos discutido la posibilidad de que, en virtud de aquella amistad, fuera a declararse vasallo suyo, e incluso a apostatar y recibir el bautismo, como hizo Abu Zayd. (No permita Allah que ocurra tal cosa.) Otros dicen que el respeto mutuo que se tienen es igual en intensidad al odio que se profesan, desde que al-Azraq intentó asesinar a Jaime cerca del castro de Rugat, una noche de cabalgada. Se ha dejado oir en Valencia que, por tal motivo, Jaime ha prometido matar a al-Azraq y éste ya ha buscado el refugio del rey de Castilla. Al parecer, por lo que cuenta Masud, todo esto son simples patrañas. Él asegura que la fe de al-Azraq en el Islam es inquebrantable. Lo ha visto efectuar las abluciones y el rezo; lo ha visto practicar el ayuno y dar limosna. Y en cuanto al intento de magnicidio, su opinión es igual de firme: se trata de un bulo que han divulgado los propios cristianos, con el más que probable objeto de justificar una futura masacre. El razonamiento de Masud ha sido rotundo: "En ese asunto de la emboscada de Rugat, todo el mundo conoce dónde tuvo lugar, a qué hora, de dónde venía el rey de Aragón, a dónde iba, con cúantos caballeros viajaba, cuántos rehenes consiguió al-Azraq... Si fuera verdad, no se hubieran conocido tantos detalles. Nos encontramos en estado de guerra, y ningún general permitiría que se revelaran este tipo de datos. Todo es secreto en el desplazamiento de un contingente de tropas: el destino, el motivo, el número de soldados. Y más aún si se trata del rey. Por eso, os digo que todo es mentira."
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Alquería de Pardines, que más tarde tomó el nombre de Olocau (al-Uqab) por el cercano castillo,
vista desde el barranco de Carraixet (foto por PCA (c)) |
Al final de la velada, todos se han interesado por el motivo de mi presencia en Benaguacil. Cuando me tocó desvelar el encargo que me hizo la aljama de Valencia y el destino de mi viaje, Abdullah entendió el interés que mostré aquella mañana por Abu Zayd. Masud no dijo nada. Mis primos me animaron y me dieron instrucciones útiles para las próximas jornadas. Me explicaron cómo llegar al barranco del Carraixet, por dónde alcanzar la alquería de Pardines y el castillo de Olocau y qué caminos utilizar para atravesar la Sierra Calderona. Agradeciendo sus buenos deseos, me he retirado a mi habitación. Ya he llenado las alforjas y me he preparado una cómoda aljuba, un albornoz de viaje y mis boceguíes nuevos.
Ya es medianoche y el sueño no llega. Lo que hoy he sabido sobre Masud y su relación con al-Azraq me ha dejado muy preocupado.