martes, 29 de octubre de 2013

Valentia Edetanorum, año 74 a.C.

Noviembre del año 680 después de la fundación de Roma. Hispania Citerior. Un viajero sigue la calzada Heráclea a pie en dirección sur. La guerra contra el tribuno Sertorio, que durante décadas ha estado arrasando las provincias penínsularesha dejado ruina y desolación a lo largo y ancho de la llanura que se extiende junto al mar entre Tarraco y Dianium. Nuestro hombre ha encontrado en su viaje viviendas y campos arrasados donde hace un par de años prosperaban heredades de cereales y viñedos.

Anochece cuando llega junto al río Palantia y encuentra el puente de piedra arruinado, como otros más que ha dejado por el camino. Afortunadamente, el paso es franco, pues las lluvias del otoño no han sido muy abundantes y el cauce aquí, próximo a la desembocadura, está seco. En la penumbra, entra en Saguntum donde sólo adivina desolación. No queda ninguna casa en pie. Los cascajos cubren una gran extensión bajo las caras norte y este del cerro próximo. Decide probar suerte en Arse, antiguo poblado íbero fortificado sobre el cerro, famoso por su resistencia ante el asedio del cartaginés Aníbal, en el siglo III a.C. Trepa entre los escombros por la ladera y llega ante las murallas. Ochenta familias pasan la noche al abrigo de sus defensas. Gracias a su solidez, han sobrevivido también a esta guerra y aún conservan un lugar donde vivir. Allí, los vecinos ofrecen cobijo al visitante. Junto al horno de pan del poblado, recién apagado, encuentra un lugar seco y caliente donde pasar la noche.


Castillo de Sagunto, antigua ciudadela de Arse (foto por PCA (c))
A la mañana siguiente, continúa temprano su viaje por la plana extensión de terreno despejado que se abre entre la sierra y el mar. Desde la calzada, el panorama sigue siendo desolador. Campos arrasados y abandonados. Durante 15 millas, nuestro viajero no encuentra a nadie, a pesar de ser un soleado y agradable día de otoño. A media tarde alcanza la ribera del río Tyrius. La jornada ha transcurrido tranquila, sin ninguna complicación. Sin embargo, nuestro personaje está cansado y se pregunta dónde podrá encontrar alojamiento. No encuentra ningún puente por el que atravesar el cauce. Varias tablas quemadas se amontonan en el margen, restos sin duda de una pasarela de madera que en otro tiempo dio servicio a los que, como él, deseaban entrar en Valentia. Hoy, debe descalzarse para vadear la corriente un poco más hacia poniente. Alcanza la otra orilla y trepa entre las rocas amontonadas de lo que fue un puerto fluvial. En su recorrido por el cardo de esta antigua colonia militar del cónsul Décimo Junio Bruto, nadie aparece por la calle. Tampoco en el foro.


Ruinas de la Valentia republicana, las termas junto al cardo maximus (foto por PCA (c))
Lo que ve, le deja consternado. Conoció esta plaza pública hace más de 30 años, cuando era un próspero comerciante de ganado. De los edificios públicos, como la basílica, donde tantas veces había vendido sus reses, o el hórreo, donde se almacenaba el grano que entraba en la ciudad, no queda apenas rastro. Hasta el ninfeo, donde manaba una fuente de aguas termales, muy apreciada por los edetanos y también por los forasteros que llegaban a pie, está arruinado. Ve su manantial vertiendo en un canal de desagüe, perdiendo sus aguas en el río. Ve los matojos secos creciendo entre piedras donde antes se alzaban las casas de sus amigos. Ve los esqueletos de perros y ovejas, e incluso alguno humano, diseminados por cualquier lado. Y finalmente ve a una mujer, que huye espantada tropezando con los huesos y las piedras. Corre tras ella, y la ve esconderse tras dos muros del circo que aún permanecen milagrosamente en pie.

- Mujer, ¿dónde están los edetanos? - pregunta el viajero.
- Muertos - le grita la mujer -. ¡Maldito Pompeyo y todo el Senado de Roma!
- Lo siento mucho, rezaré a Asclepio por ti - concluye el hombre.

Y, acto seguido, toma la decisión de continuar su camino hacia el sur, en busca del río Sucro. Intentará pasar la noche en alguna cabaña de pescadores junto al lago. Si aún queda alguna.

jueves, 24 de octubre de 2013

Los caminos históricos desde Valencia

Todo comienza en Valencia. Es donde nací y donde vivo. Por tanto, es donde doy el primer paso. Es de donde sale mi camino. Y hablando de caminos...

De todas las vías de comunicación históricas en nuestro territorio, la Vía Augusta es la más importante. Fue construida como el eje principal de comunicaciones de la Hispania romana, comunicando la ciudad de Cádiz (Gades) con los Pirineos donde enlazaba con la Vía Domitia, que se prolongaba por la costa mediterránea y cruzaba los Alpes en dirección hacia Roma. Aunque ha recibido muchos nombres (Hercúlea, Heráclea y camino de Anibal, entre otros) es más conocida por el emperador romano bajo cuyo mandato se iniciaron, en los últimos años del siglo I a.C., importantes obras de reparación.


Precisamente, la ciudad de Valencia (Valentia) se fundó en el siglo II a.C. sobre la isla fluvial donde la Vía Augusta vadeaba el río Turia (Tyrius), cerca de su desembocadura. En aquella época, la ciudad presentaba la típica disposición en cuadrícula de los asentamientos romanos. El cardo, o calle principal de la población en sentido norte-sur, seguía el trazado de la vía (actuales calles del Salvador y Barchilla). Lo cruzaba el decumano, en sentido este-oeste (calles del Almirante y Caballeros), que permitía acceder a otras salidas que llevaban hacia los poblados vecinos y el mar. El foro o centro de la ciudad se situaba donde hoy está la plaza de la Virgen. 
El decumanus maximus de Valentia, Centro Arqueológico de L'Almoina (foto por PCA (c))
Por tanto, cuatro fueron los caminos de salida de la ciudad más importantes, que muy probablemente estaban sobre las siguientes infraestructuras actuales:
  • el camino hacia Sagunto (Saguntum), por la calle del Salvador, cruzando el río por un puente de madera donde el actual puente de la Trinidad y continuando por la calle Alboraya.
  • el camino hacia Xàtiva (Saetabis), por la calle Barchilla, plaza de la Reina y calle San Vicente Ferrer. Estos dos caminos constituyen parte de la Vía Augusta.
  • el camino hacia el mar, por la calle del Almirante y siguiendo el río por su margen derecha.
  • el camino hacia el interior, por las calles de Caballeros y Quart.
La proliferación de diferentes alquerías, arrabales y poblados alrededor de la ciudad hizo necesario construir nuevas vías para el transporte de personas y mercaderías. La ampliación de la ciudad y la construcción de las líneas de muralla, primero musulmana y más tarde cristiana, obligan a abrir puertas de la ciudad en las embocaduras de estos caminos. En todo caso, se mantienen los cuatro caminos principales mencionados, a los que se unen otros secundarios, como son: el camino a Llíria, por el puente de San José y el camino de  Burjassotecamino a Torrent, por las actuales calles del Hospital y Cuencao el camino a Ruzafa, por la calle del mismo nombre.
En el siglo XVII ya encontramos mapas del territorio donde se detallan estos caminos. En el mapa del Reino de Cassasus, de 1693, se dibujan con una doble línea de puntos cuatro grandes caminos reales que salen de Valencia con destino a Barcelona y Zaragoza (por Sagunto), Castilla (por Requena) y Murcia (por Xàtiva). 

Mapa de los caminos de Valencia, por Tomás López Vargas (finales del siglo XVIII)
En el mapa publicado en 1788 por Tomás López Vargas se incluye el "nuevo" Camino Real de Madrid que comunicaba Valencia con la Meseta por Almansa, además de otros que constituían una red secundaria que unía la ciudad con las poblaciones de Morella, Llíria y Dénia, además del camino de Xàtiva a Alicante por Alcoi.

Modernamente, las carreteras preparadas para el tráfico de vehículos han aprovechado la mayoría de estas históricas plataformas. Un claro ejemplo es la ocupación de la Vía Augusta por la carretera N-340. Por ellas comenzaré mi andadura. Pero sólo utilizaré estas grandes vías de comunicación para acercarme a otras más modestas e interesantes. Pues, ya lejos de las grandes poblaciones y de las modernas infraestructuras, pueden encontrarse muchos caminos, hoy en desuso, que merece la pena conocer. Y por los que me han llevado mis pasos (y lo seguirán haciendo).

sábado, 19 de octubre de 2013

Donde mis pasos me llevaron

Voy a contar algo de los lugares que he conocido. Muchas veces he salido de casa y me he puesto a caminar, paso tras paso, recorriendo caminos y visitando lugares. Cada vez que  lo he hecho, he intentado sentir el camino, ir descubriendo poco a poco las sorpresas del viaje y aprovechar lo bueno de lo vivido. Cada ocasión ha sido un camino sólo de ida, también mirando de vez en cuando hacia atrás para ver el terreno recorrido, pero continuando siempre adelante. Como en la vida, siempre buscando ser mejor persona.

Intentaré plasmar aquí la crónica de estas rutas, describiendo lo mejor que sepa senderos, pueblos, paisajes y todo aquello que considero importante de lo que he encontrado en el camino.

Camino a Àrreu
Camino de montaña, El Pallars Sobirà, Pirineo de Lleida (foto de PCA (c))

A priori no puedo anticipar si mi relato seguirá un orden correcto, ni si será coherente con los recorridos realizados. Simplemente, dejaré que mis palabras cuenten lo que aconteció, lo que sentí e incluso lo que inventé. Alternaré descripciones, relatos, vivencias y fichas de datos. Intercambiaré realidad con ficción. Y así, poco a poco, espero ir componiendo un mosaico, una especie de mapa con todo aquello, un reflejo de lo que viví y lo que descubrí en aquellos lugares por donde mis pasos me llevaron.