Anochece cuando llega junto al río Palantia y encuentra el puente de piedra arruinado, como otros más que ha dejado por el camino. Afortunadamente, el paso es franco, pues las lluvias del otoño no han sido muy abundantes y el cauce aquí, próximo a la desembocadura, está seco. En la penumbra, entra en Saguntum donde sólo adivina desolación. No queda ninguna casa en pie. Los cascajos cubren una gran extensión bajo las caras norte y este del cerro próximo. Decide probar suerte en Arse, antiguo poblado íbero fortificado sobre el cerro, famoso por su resistencia ante el asedio del cartaginés Aníbal, en el siglo III a.C. Trepa entre los escombros por la ladera y llega ante las murallas. Ochenta familias pasan la noche al abrigo de sus defensas. Gracias a su solidez, han sobrevivido también a esta guerra y aún conservan un lugar donde vivir. Allí, los vecinos ofrecen cobijo al visitante. Junto al horno de pan del poblado, recién apagado, encuentra un lugar seco y caliente donde pasar la noche.
Castillo de Sagunto, antigua ciudadela de Arse (foto por PCA (c)) |
Ruinas de la Valentia republicana, las termas junto al cardo maximus (foto por PCA (c)) |
- Mujer, ¿dónde están los edetanos? - pregunta el viajero.
- Muertos - le grita la mujer -. ¡Maldito Pompeyo y todo el Senado de Roma!
- Lo siento mucho, rezaré a Asclepio por ti - concluye el hombre.
Y, acto seguido, toma la decisión de continuar su camino hacia el sur, en busca del río Sucro. Intentará pasar la noche en alguna cabaña de pescadores junto al lago. Si aún queda alguna.
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