En mi travesía desde el río Carraixet hasta el valle del Palancia, he visto un frondoso bosque de pino, carrasca, ullastre y margallón. Cada una de estas especies aporta al verde manto que cubre la Calderona diferenciados tonos jade, esmeralda, oliva y cazador. Los frutos de los madroños, que esporádicamente crecen aquí y allá, salpican todo el conjunto de vistosas motitas bermellón. Cerca de las alquerías habitadas, se ordenan viejos olivos y algarrobos, muchos de ellos centenarios. Los hombres de estos lugares se han esforzado en ganar terreno a la montaña y, puesto que el llano no abunda, han abancalado las laderas de los cerros para formar pequeñas terrazas donde crecen estos árboles alineados en perfectas cuadrículas. También han practicado desmontes en algunas zonas para el cultivo del cereal, como el trigo y la cebada. Incluso han comenzado la plantación de la naranja en su variedad dulce, en ciertos rincones resguardados del viento, donde la altitud no es elevada.
La Morruda, olivo milenario en plena Sierra Calderona (foto por PCA (c)) |
La tierra rebosa agua por los numerosos manantiales que he encontrado en mi camino. Ayer, al poco de partir, descubrí las fuentes del barranco de la Hoya, que nace en un rincón espectacular, formando una cascada, pues el año ha sido abundante en lluvias. Los habitantes de la alquería recogen el agua en una balsa donde la almacenan y la utilizan más tarde para el consumo personal y para el riego de sus huertas. Más arriba, en la cresta de la sierra, manan generosas las fuentes de Tristán y de Sinainas, junto al barranco del Agua Amarga, que este invierno fluye torrencialmente. Y ya en el camino de Árguinas, junto al barranco de la Saborita, se encuentra la fuente del Pino, cuyo pequeño aljibe vi repleto.
Fuente del barranco de la Hoya (foto por PCA (c)) |
Anoche pernocté en un refugio de pastor, junto al barranco de la Saladilla; un lugar seco y a cubierto. Lo encontré sin problemas, más allá del paso de la sierra, entre el Gorgo y Peñas Blancas. Las indicaciones de mi anfitrión, Alí, aquel musulmán que me acogió en su casa de la Hoya, fueron exactas y no dejaron margen para las dudas. Al encontrarse muy cerca de la fuente de Sinainas, no me faltó el suministro de agua fresca. Tampoco pasé hambre, gracias a las provisiones que me procuré antes de partir de la alquería y que complementé con lo encontrado por el camino. De este modo, cené a base de tortas de maíz, panceta curada, algunos espárragos y setas, lechuga fresca, aceitunas amargas y remolacha. De postre, tenía un poco de requesón.
Barranco de la Saladilla, con la Sierra Espadán nevada al fondo (foto por PCA (c)) |
Me puse en marcha por la mañana, bastante tarde, bajo la lluvia y los truenos. Recuperé el camino que desciende desde las Peñas Blancas hacia el valle, siguiendo el barranco de la Saborita. Ya casi en el llano, al otro lado del barranco, encontré la posada de Árguinas, donde, tras una buena comida, ya he repuesto mis fuerzas. Durante la tarde, he conocido a un comerciante de ganado en tránsito, que también pasará aquí la noche. Ahora estoy en mi habitación, escribiéndote estas líneas.
Ruinas de la masía de Árguinas, antiguo parador del camino a Teruel (foto por PCA (c)) |
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