martes, 15 de julio de 2014

Pueblos y caminos de Espadán

Como hemos leído en sus escritos, el moro Ahmad se encuentra a punto de cruzar la cresta de la Sierra de Espadán, en su viaje a Argelita, territorio de Zayd Abu Zayd. Antes de continuar su narración reflexionemos un poco sobre el paisaje y las gentes que se ha encontrado.

Tras la conquista cristiana de Valencia, las sierras del reino llegaron a estar muy pobladas. Mientras que los cristianos viejos procedentes del norte iban progresivamente repoblando la llanura litoral y los valles, los musulmanes valencianos se vieron relegados a las zonas más aisladas y montañosas. De este modo, a lugares como la Mola de Cortes, la Sierra de Martés y los valles de Laguar, Gallinera y Alcalá, se trasladaron miles de familias. En aquellos reductos pudieron mantener viva su cultura, sus leyes y la práctica de su religión. Allí surgieron líderes locales, como al-Azraq, que lucharon por la independencia de sus territorios, quedando organizados como nuevos reinos de taifas dentro del territorio recién conquistado para Aragón.

Eslida, bajo el Puntal del Aljibe, desde el camino que viene de Veo (foto por PCA (c)) 
También Espadán fue refugio de un gran número de desplazados quienes, encabezados por el cadí de Eslida, consiguieron de Jaime I la Carta de Gracia y Seguridad en 1242, por la cual se respetaba la vida, religión y costumbres de los musulmanes a cambio de tributos a la Corona. Este acuerdo incluía cierta autonomía política, con Eslida como capital de un territorio formado por las actuales poblaciones de Aín, Jinquer, Alcudia, Veo, Benitandús y Sueras. De este modo, estos pueblos de la vertiente norte de la sierra se desarrollaron con cierta paz, la mayoría de ellos alrededor de un cerro coronado por un castillo o torre que daba protección y vigilancia a sus habitantes. 

Un paseo por sus tortuosas calles nos permite observar cómo las viviendas se organizaban, bien orientadas hacia el sur, adaptándose a la orografía del terreno. Para su construcción, se utilizaban bloques de piedra rodeno, tan habitual en la sierra, y también muros de tapial. La típica casa musulmana tenía una estancia que hacía las veces de cocina y comedor, a través de la cual se pasaba a un patio trasero con corral para los animales. En los pisos superiores se ubicaban las habitaciones y la despensa. En los lugares elevados, todavía perduran las amplias explanadas que eran utilizadas como eras. El perímetro de estas plazas estaba despejado para permitir el aventado del cereal, salvo en un lado donde se construían almacenes para los sacos y las herramientas.

Acueducto y molino junto al barranco de la Caridad,
en el camino de Aín a Almedíjar (foto por María Sánchez Poveda)
Alrededor de las poblaciones, sus habitantes cultivaron amplias huertas. Para almacenar el agua y transportarla hasta los campos, construyeron un conjunto de infraestructuras de regadío, como acequias, azudes, acueductos y aljibes, actualmente aún en uso. Gran parte de los molinos hidráulicos que hoy pueden encontrarse junto a los ríos y barrancos de mayor caudal tienen su origen en esta época, muchos dotados de balsa o alberca, como el que utilizó Ahmad como refugio para pernoctar. Algunos de estos ingenios, sobre todo los más cercanos a las poblaciones, han sido rehabilitados y reconvertidos para usos turísticos.

A medida que pasaron los años, la presión demográfica modificó particularmente y de forma importante el relieve. El bosque primitivo fue sustituido por terrazas abancaladas para el cultivo de cereal, algarrobo, almendro y olivo. Fue una forma de conseguir terreno cultivable dentro de un territorio eminentemente montañoso. Así encontró Ahmad aquellas laderas, donde apenas unas pocas masas arbóreas fueron respetadas como reserva para la caza y la silvicultura. Nada que ver con la sierra que conocemos hoy en día, cubierta por un gran bosque donde el alcornoque domina sobre las otras especies. Pero, si nos fijamos bien, todavía hoy pueden verse en las escarpadas crestas restos de aquellas prácticas. Durante los siglos XIV y XV, se fue agravando progresivamente esta situación, producida por la superpoblación de aquellos montes, y llegaron a escasear los recursos naturales, como pastos para el ganado, madera para la construcción o alimento para sus habitantes.

Terrazas abancaladas para el cultivo de olivos
en el camino de Algimia de Almonacid a Villamalur (foto por PCA (c))
Varios son los caminos tradicionales que permiten el paso de la sierra, uniendo las poblaciones del sur con las del norte. Estas vías de comunicación datan de muy antiguo, entre las que destacan ocho:
  1. El más oriental, carretero, es el camino de Alfondeguilla a Artana por el collado de la Mina de Artana, que debe su nombre a las minas de hierro de la zona, que fueron explotadas ya por los dominadores romanos. Desde el llano de Uixò, también puede llegarse a Artana, pues junto a la fuente del Anogueret parte un sendero de herradura que sube hasta La Ereta, donde enlaza con el camino anterior cerca del collado.
  2. El camino de Alfondeguilla a Eslida coincide en los primeros kilómetros con el que va a Artana. Se desvia después hacia poniente y se transforma en un sendero de herradura que remonta el barranco de Eslida, bajo el castillo de Castro. Atraviesa la sierra por el Coll Roig, un paso en forma de "V" que permite finalmente llegar a Eslida. 
  3. El camino de Chóvar a Aín, también de herradura, asciende hacia la cresta de la sierra, entre el Puntal del Aljibe y el pico Bellota, y busca el collado de Barres desde donde desciende hasta el barranco de la Caridad. Desde Eslida también puede alcanzarse este paso, remontando el barranco de Loret. 
  4. Otro sendero de herradura, de bella factura, remonta la rambla de Almedíjar desde esta población, y tras el collado de Ibola desciende hasta Aín después de pasar junto al castillo de Benali. El resto de caminos mantienen en ancho para carros y son:
  5. El camino de Almonacir a Villamalur, que comienza en la fuente de Donace, en Algimia, y tiene su paso muy cerca del pico Rápita, la mayor altura de la sierra. 
  6. El camino de Matet a Torralba del Pinar, que alcanza el paso del Alto de San Cristobal antes de llegar a su destino.
  7. Los caminos a Cirat desde Higueras y Caudiel, que atraviesan el camino de Torralba a Montán cerca del Mas de Bagán. 
  8. Y, por último, la hoy carretera de Caudiel a Montán, que atraviesa el collado de Arenillas, bajo el Alto de las Palomas.
Veo, bajo el pico Espadán, en una panorámica desde el camino a Eslida (foto por PCA (c))
La alquería de Veo, ubicada en el centro de la sierra, se ha convertido por su estratégica ubicación en un cruce de caminos que comunican diversas poblaciones cercanas. Los más importantes son:
  • la senda a Aín, a donde se llega después de atravesar un pequeño collado, por el mismo camino que viene desde Tales; 
  • los caminos a Artana, Eslida y Onda, que comparten un tramo en común y se dividen en tres después del corral de la Basseta; 
  • el sendero a Suera por Benitandús, que atraviesa un paso entre los Órganos y el pico Águilas;
  • el camino a Villamalur, que comienza junto al castillo de la Alcudia y llega a su destino tras atravesar los collados de Pedralba y la Buitrera; 
  • el camino a Matet por el Jinquer, que se cruza con el camino de Almonacir a Villamalur en el collado de Cuatro Caminos; 
  • y, finalmente, la antigua calzada a Almonacir, convertida actualmente en carretera asfaltada, que atraviesa el llamado paso de la Nevera, bajo el pico Espadán.
Como ya hemos leído, Ahmad ha tomado el camino de Almedíjar a Aín y ha intentado el paso de Ibola, pero la nieve se lo ha impedido. Su intención era llegar a Veo por la senda de Aín y, desde allí, alcanzar el río Mijares, su destino. La lectura de su relato, que habíamos interrumpido, nos aclarará cómo acaba su aventura.

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