sábado, 16 de noviembre de 2013

Edetania entre la república y el imperio

Nuestro anónimo viajero tuvo muy mala suerte. Llegado a la cincuentena y después de una vida de duro trabajo, su mayor anhelo era regresar a su Dianium natal (Denia) para pasar sus últimos días junto a sus parientes. Por eso, partió de Tarraco, donde vivió los pasados años, y tomó la vía Heráclea en su último viaje. Entró en Edetania atravesando el río Udiva (hoy conocido como Mijares), pasó por Saguntum y entró en Valentia. Encontró ambas colonias en ruinas. Apenas un año antes habían sido arrasadas por Pompeyo.

Ruinas del castillo de Sagunto en el emplazamiento de la antigua Arse (foto por PCA (c))
No sabemos si llegó a su destino. Probablemente, no llegara siquiera a Sucro (Alzira, entonces en una isla del río Júcar). Pompeyo y su gente estaba en plena tarea de escarmiento por esa zona. No le creemos capaz de enfrentarse con éxito, solo y a pie como viajaba, a los legionarios romanos en un seguro encuentro fortuito.

Tras las guerras púnicas, esta plana fértil, llamada Edetania, entre la montaña y el mar, pasó a formar parte de la Hispania Citerior romana y prosperó rápidamente en tiempos de la República. Sus puertos marítimos de origen fenicio y la calzada que la atravesaba como un eje vertebrador permitieron mantener la comunicación con los pueblos vecinos (turdetanos, galos, italos...) y reforzar el tradicional poderío comercial de esta tierra. Gracias a ello, muchos poblados de origen íbero, como Edeta (Liria) o Arse (Sagunto), aun con sufrimiento y esfuerzo, lograron sobrevivir e incluso alcanzar una gran relevancia tras la ocupación romana. La misma Valentia, tras su fundación en el año 138 a.C. como una colonia militar, se convirtió pronto en una importante ciudad gracias a su estratégico asentamiento.

Pero la guerra llegó. El general Quinto Sertorio, tribuno militar destinado en la península, había desafiado a Sila cuando éste fue nombrado dictador en Roma. Muchos pueblos, los edetanos entre ellos, se pusieron del lado de Sertorio, a quien seguían como a un héroe. Y esto trajo consecuencias. Sila, investido por el Senado de poderes especiales para sofocar las rebeliones que, como ésta, se declararon en aquella época contra los invasores romanos, envió a Hispania a dos de sus comandantes más hábiles y exitosos, Metelo y Pompeyo, al mando de varias legiones romanas. Los disidentes, mejor conocedores del territorio y apoyados por la población nativa, resistieron varios años. Finalmente, Sertorio fue asesinado en la villa de Osca (Huesca) y las tropas de Pompeyo acabaron sometiendo o arrasando una a una a las poblaciones que, como Valentia, se mantuvieron leales al general rebelde.

Tramo de la calzada de acceso a la vía Augusta desde Sagunto (foto por PCA (c))
¡Ay! Si nuestro viajero hubiera vivido durante el mandato de Augusto en la época imperial... Si hubiera recorrido la misma ruta 80 años más tarde... Habría pisado la nueva calzada, ampliada y remodelada, llamada ahora igual que el emperador, promotor de estas mejoras. Hubiera conocido un nuevo esplendor en Edetania: el apogeo de Saguntum y la refundación de Valentia, la ampliación de sus circos y la reconstrucción de sus murallas, la edificación de nuevos palacios y templos, del nuevo teatro y del puerto de mar, de nuevos puentes y acueductos.

De uno de esos nuevos proyectos, la obra hidráulica más espectacular y arriesgada acometida en aquella época en la península, hay una historia... Será su protagonista quien os la cuente.

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